martes, 29 de julio de 2014

Novena Entrega: El Chiringuito

Aunque no parezca, y me divierta más (mucho más) escribir cuando las cosas no salen como espero, hay muchos lugares en Córdoba que me encantan y a los que, cuando me canso de probar restaurantes distintos, indefectiblemente vuelvo.  Para comer bien, para sentirme a gusto, y tal vez, porqué no, para  tomar envión e ir a conocer algún otro nuevo en otro  momento.

También salgo muchas veces a lugares que no están ni bien ni mal (al menos para mí) pero que justamente por eso, no se me ocurre qué escribir. Y ni hablar de las veces en que voy a comer a casa de amigos, colegas, parientes, porque cuando alguien me abre las puertas de su cocina me da tanto placer que si la comida estuvo diez puntos o dos, me da igual.  Y a fuerza de ser honesta el sólo hecho de compartir una mesa compensa cualquier falla que haya ocurrido en las hornallas y siempre la paso bien.

Dicho esto, hay tres restaurantes a los que voy cuando quiero comer pescados o mariscos.  Vivo en una ciudad mediterránea y por lo tanto no es tema fácil, pero hay.

Descubrí el Chiringuito hará un año, o un poco más.  Me atrajo el nombre, que sin dudas me traslada a España (aunque sea en sueños durante esta interminable década ganada que no me deja cruzar el Atlántico.)  Llegué recomendada por otra Navas.  Es común entre nosotros pasarnos este tipo de datos: dónde comprar buen jamón, quién vende nueces buenas, a dónde tomar un rico café, una buena verdulería, recetas… Hay familias que se pasan datos sobre obras de teatro, de hoteles, otros que comparten datos para comprar ropa, o de museos, o de películas para ver.  Nosotros compartimos, entre otras cosas,  datos comestibles de todo tipo. 

El lugar es sencillo y cálido.  Como dice el nombre, ni más ni menos.  Por eso hay que ir dispuesto a la simplicidad.  Un chiringuito es algo como un puesto, generalmente en la playa, donde se venden comidas y bebidas.  Lo más parecido que se me ocurre para comparar es un carro de choris, con o sin mesas.

Te recibe el dueño, que está siempre atrás de la barra, atento a todo lo que pasa en salón y en la cocina.  Y eso ya es un punto a favor. Atendido por sus propios dueños es un slogan que me encanta.

Cada vez que voy pido lo mismo y no me canso.  Chipirones fritos y papas fritas.  De postre mousse de chocolate.  Para evitar problemas con la persona que vaya aclaro desde un principio que puedo compartir el pan, el agua, las papas o el postre, (pero me tocás un chipirón y te corto los deditos de a uno.)  He probado otras cosas como la merluza y las rabas que vienen con cornalitos en una tabla que se llama Malagueña, están muy bien, pero me quedo con los chipirones, chiquitos y crocantes, deliciosos con unas gotas de limón. También he visto pasar paellas y pescados al horno, pero cuando encuentro algo que me gusta, me da miedo arriesgarme así que me quedo con lo conocido que ya sé que me encanta.

Sale a la minuta.  Hay que reservar mesa porque suele llenarse, pero una vez que te sentás  el servicio vuela.  Para terminar digo que la relación precio calidad es excelente.  Comés bien en un lugar modesto y eso es lo que pagás. 
                                                              
                                                              Villa Belgrano, Córdoba, 29 de Julio de 2014 


martes, 22 de julio de 2014

Octava Entrega: El Fantástico

Nuevamente salgo sin reserva ¿es que no aprendo más? Lucíta querida, si salís un sábado por la noche, no tientes al destino, levantá el telefonito y reservá tu lugar. Eso de salir sin rumbo es como un viaje directo  a la frustración, sin escalas.

Quedaba para elegir lugar en la barra o mesa alta.  Mesa alta.  Las banquetas no tienen respaldo ni donde apoyar los pies.  Bueno, tienen, pero yo no llego, (eso que por mi estatura soy parte de la media alta), con lo cual, pies colgando y espalda encorvada.  Que para un trago rápido no pasa nada, pero si vas dispuesto a quedarte un buen rato, andá sacando turno con el kinesiólogo amigo porque quedás para una sesión de masajes descontracturantes seguro.

Se acerca una camarera, deja la carta y la carta de vinos con la siguiente advertencia: Chicos, si van a pedir vino, seguro que quieren Malbec, ¿no? Bueno, Malbec casi no nos queda ninguno  porque es el que más se vende. 


Hijita de Dios, querida mía, madre de mi corazón, si es el que más se vende, no te parece, digo, que es el que más deberían tener??? No!! Ese tiene mucha salida así que tenés poco!!! Mundial!!! Qué buen comienzo!!!!! Igual no sé si quería Malbec, pero ahora sí, más vale, ahora quiero Malbec. Ni Cabernet ni Sauvignon: Malbec.

Así soy.

Pedimos unas croquetas de jamón serrano de entrada (el jamón debe estar todavía en la fiambrería porque adentro de la croqueta más que queso yo no encontré) y de principal decía algo así como: Pasta con hongos en salsa de azafrán.  Le pregunté qué pasta era y me dijo: son ravioles rellenos con champignones negros ¿champignones negros? Será que los tienen fuera de la heladera hace varios días, porque sino, suelen ser bien blanquitos, pero bueno, ponele… Pedí la pasta.

Se acerca otra moza y pregunta: ¿Chicos, por acá? ¿Ya tomaron el pedido? Si, gracias.  A los dos minutos viene otra: ¿Chicos, por acá? ¿Ya tomaron el pedido? Si, gracias.  A los 3 minutos: ¿Chicos, por ac… Si nena!!!!!!!!!! ¡Ya nos tomaron el pedido! ¡Fijate si dialogás con tus compañeras! ¡Se organizan un poquito! ¡Una atiende de la mesa uno a la cuatro, otra de la cinco a la diez y otra de la once a la quince!

Sobre las croquetas ya dije suficiente así que ahora voy por los ravioles.  Eran fritos.  Boing. No es que no me gusten, pero ya había comido una fritura antes y me hubiese gustado saber que no iban a ser hervidos como es la forma habitual de cocinar la pasta.
 
De todas las mozas que merodeaban cuando llegamos ya no quedaba ninguna, así que otra vez me quedé sin postre.  Igual, adelantándome a este acontecimiento, leí qué había cuando elegí los platos anteriores y no había nada que llamara mi atención. Había flan, crema catalana y algo de chocolate. Le faltó poner creme brulee, natilla y me daba cuatro formas distintas de cocinar huevos, leche y azúcar.

El DJ ponía la música cada vez más fuerte.  No sé bien a dónde quería llegar, pero yo ya estaba a los gritos pelados tratando de charlar algo con la persona que tenía a 40cm de distancia.  Tal vez esperaba que la gente se pare y empiece a bailar, o a lo mejor subía el volumen cada vez más porque se tenía que ir a poner música a una fiesta y quería que nos vayamos todos.


Pasó un buen rato hasta que alguien se dignó a llevarse los platos y aprovechamos para pedir un trago.  Yo pedí algo dulce porque necesitaba sacarme el gusto de la fritanga y mi amigo pidió un whisky.  Trajo la medida y un vaso trago largo.  Le pedimos si podía traer un vaso de whisky y nos dijo que no les quedaban, que estaban todos usados.  Yo no soy tomadora de whisky, pero sé que no es lo mismo.  Esto pasa con varias bebidas: el café no sabe igual si lo tomás en taza o en vaso de plástico, una limonada bien fría en tacita de café tampoco, un mate cocido en copa de cristal o tomar un vino con pajita… No es lo mismo.  Y hasta acá no me había quejado de nada, ni de los pies colgando, ni de la música altísima, ni del faltante de jamón, ni de los ravioles fritos, ni de la falta de atención.  Así que me lo merecía: le pedimos si tenía otro tipo de vaso.  Volvió con otro (que era de cerveza y me dijo con todo el odio del mundo: ¿Te gusta este? ¿Decime, este sí te gusta? Jaja, si, me encanta ¿para qué te voy a decir otra cosa?  No me vas a entender, y no quisiera imaginar qué sos capaz de hacerle al otro vaso que si yo insistiese en pedir fueses a buscar  a la cocina.  Lo dejamos acá que al final entre cerveza y whisky a esta altura la única diferencia son las burbujitas, no?

Barrio Güemes 05 de Julio de 2014

miércoles, 2 de julio de 2014

Séptima Entrega: Roll-on

Martes 18hs llamada entrante de Maru:

- Hola hermanis ¿tenés ganas de ir a comer Sushi mañana?
-Mmm no sé, muy fin de mes para mis finanzas
-Tengo 30% de descuento con la tarjeta
-Listooooooooooo.  Llamo ya para reservar. Mañana a las 21 te espero. (Las palabras: Oferta, rebaja, sale, descuento y todo lo que se les parezca, ejercen un poder sobre natural en mi tan difícil de explicar como el efecto que logra el aire cuando se baten claras a nieve y aparece el merengue)

Así que llamé y reservé mesa para dos con probabilidad de que fuésemos tres.  No te preguntan hora estimativa de llegada, la regla es siempre la misma: la reserva se mantiene hasta las 21:45. Regla extraña si las hay.  Es decir, no puedo reservar para las 22, ni para las 23, si a las 21:45 no llego pierdo mi lugar.  Sos exigente veo… ok, no hay drama, exigime tranquilo, ya vamos a ver quién exige más.

-Hola buenas noches
-Tenemos una reserva
-(Pregunta a nombre de quién, se fija en la hoja, nos mira) Ah sí, pero es para dos tu reserva
-Sí, y le dije que podíamos ser tres (Sole se anotó  a último momento y no me pareció necesario volver a llamar)
-(Con cara de de duda y de pocos amigos)  Mmm, bueno, está hecha para dos pero no habría problema.

¿No habría problema? ¿A vos te parece que no habría problema? Desde luego que no.  Es raro.  Hay lugares en donde te hacen sentir que te están haciendo un favor.  Un favor para venderte, un favor para atenderte… ¿Sería algo así como el mundo del revés?  La lógica dice que para vos, tres debería ser mejor que dos, y además, como digo, te avisé.
Nos trae la carta y elegimos.  (Previa prendida del teléfono para alumbrar porque literalmente no veo nada.) Pedimos una entrada para compartir y un combo de 45 piezas.  Si nos quedamos cortas, después pedimos más. Agua con gas, sin gas y un vino medio pelo porque por más descuento que haya no nos olvidamos de nuestra situación de fin de mes.
Trae la bebida, nos sirve y la deja en la mesa de apoyo. Pido entrada porque no quiero impacientarme mientras llega el principal  y de paso no tomarme todo en la espera pero el reloj empieza a correr, y a correr y a correr… ni miras de la entrada.  Las copas vacías. Y los mozos charlan.  Se los ve muy entretenidos así que para que los voy a molestar, me sirvo yo, sólo que hubieses dejado las botellas en la mesa y me era más cómodo, no hay drama, no te voy a interrumpir, faltaba más. 
Trae la entrada, pero el reloj no se detiene (es para entretenernos mientras esperamos los dichosos rolls, acordate)  Yo te dije que te iba exigir (hacete cargo, vos empezaste).  Voy al toilette y se cae de la mugre.  No está a la altura de tus exigencias, mucho menos de las mías.  Y sigo esperando.

Tic. Tac. Tic. Tac.  Mis tics no se detienen.

Cuando por fin llega el sushi (desde que pusimos un pie adentro hasta este momento, sin exagerar, pasó una hora cuarenta.)  Solito el mozo nos dice que habían ido hasta Japón a buscarlo, claro le digo, primero se fueron a Chile a pescar el salmón en una balsa y después nadando hasta Japón para hacer el arroz y a la vuelta los agarró un piquete. Jajaja, qué graciosa, uy sí, no sabés cómo me estoy riendo. 

Se ve que no le hizo gracia mi chiste porque no apareció más.  Terminamos de comer y no volvía, las copas siempre vacías (ah, cierto que me tenía que servir yo).  Pasó otra moza cerca y le preguntamos si podía retirar los platos y de paso traer la carta de postres.  La cara que puso me hizo acordar a la cara que pongo yo cuando estoy llegando con los minutos contados al centro y escucho en la radio “corte en Puente Centenario por reclamos  de Pepito, Cólon y General Paz cortado por reclamos de Menganito y corte de media calzada en Alvear entre Humberto 1 y Rioja por arreglos.”  En fin, total que se fue sin contestar.
El tipo como si nada: ¿y chicas? ¿Todo bien? Si divino!!!  Mejor imposible!!! ¿Quieren ver la carta de postres? Ay dale!! Sería genial!! Me pongo irónica porque la segunda alternativa es matarlo, y seré grande para muchas cosas, pero para ir a la cárcel, soy demasiado joven, y pasarme la noche en la comisaría dando explicaciones que probablemente el señor policía no comprenda, no sé si es una buena opción.  Así que sonrisa Colgate, mientras pasa otra media hora y llega el postre. Sin entrar en detalles se repite el jueguito de las mentiras, ese juego en el que no coincide lo que escriben en la carta con lo que cocinan. Le pedimos la cuenta.  Para eso sí son rápidos, la cajera tiene más ganas de irse a dormir que nosotras. Ya no queda nada para tomar, no tengo cómo bajar el postre, pero estuve toda la noche levantando la mano para hacerte seña,  ya no tengo más ganas, estoy acalambrada, además, capaz que te pido el agua y te vas a juntar una botellita al Aconcagua para que esté fresquita y la verdad es que el sodero pasó por casa esta mañana y tengo los seis sifones llenos.
Con la cuenta nos trae la fichita para dejar nuestra opinión.  ¡Ahora sí que se puso divertido!

                                                              Cerro de las Rosas.  Córdoba.  25 de junio de 2014