Después de algunos
meses de tener abandonado mi blog, por diferentes razones, hoy me siento de
nuevo a escribir, producto de la fascinación.
Sibaris es un lugar
que tiene un gran significado en mi vida, en donde aprendí gran parte de lo
que sé hoy y que me dió tanto durante muchos años, a nivel no sólo profesional,
sino también humano.
Así es que puede
que mi punto de vista sea muy poco imparcial...
Fue la primera vez
que me sentaba del otro lado de la cocina, y realmente es tan distinto cómo se
trabaja de un lado y cómo se disfruta del otro.
Podría decir que
tuvimos un trato preferencial por haber formado parte de ese equipo, pero la
realidad es que Sibaris es uno de esos lugares en donde cada persona que se
sienta es tratada de esa manera. Nadie
está apurado, mucho menos nosotras, así que después de la cálida bienvenida de
(a mi parcial forma de ver) de uno de los mejores mozos que trabaja en la
ciudad, de la recomendación del somelier y de la sugerencia (que por supuesto
aceptamos) del chef ejecutivo empezamos a disfrutar de una degustación… de esas
que no querés que termine nunca.
Primero llegó un
chipirón relleno con carne de cordero sobre crema de choclos con una arena de
aceituna negra exquisita, seguimos con un huevo pochado a baja temperatura con
un caldo de jamón y champiñones salteados que te daban ganas de pedir un taper
para llevar a casa, después llegó una molleja grillada en la plancha, tan suave
y crocante que se deshacía con un puré de papas trufado, luego una pasta
rellena con brócolis y un pesto de nuez maravilloso, y como si todo esto fuera
poco el último de los salados fueron unos bifes en un punto más que perfecto
con verduritas de todos colores sobre
una salsita que no descubrí de qué era, pero para mí que era enviada directamente
desde el cielo a través de las manos mágicas de Facundo Tochi.
Una vez terminado
todo esto, llegó mi momento de gloria que es cuando aparece el azúcar en la
mesa. (El factor sorpresa en las
degustaciones me encanta.) Nos mandaron una granita de limón con menta, naranja
y frutillas que más fresca no podía estar, después un parfait de frambuesas (de
esas que traen del campo y se nota) y un turrón de praliné de frutos y crumble
integral que me acuerdo y me quiero volver a pedir un poco más. Cuando todo parecía haber terminado, nos
enviaron una bandejita con petit four que ya no podía ni mirar, pero a la que
tampoco me podía resistir, así que probé un helado de té verde que fue el final
perfecto de tan placentera noche.
Cerrame la mesa 20
Héctor querido, que con esta alegría me vuelvo a mi casa. Me han hecho inmesamente feliz esta noche. La
grandeza, generosidad y habilidad de Roal Zuzulich se refleja en cada uno de esos
platos. Nunca mejor usada la frase que
inmortalizara el gran Gustavo Cerati: Gracias Totales. A todos, y cada uno de ustedes.