sábado, 27 de septiembre de 2014

Décima entrega: Boudu

La llegada de la primavera, las flores, el verde, el calorcito que de a poco se instala en la ciudad eran componentes que invitaban a una linda salida.  Consulté con amigos algún lugar para ir y me decidí por uno al que hacía mucho que no iba y al que seguramente por un tiempo considerable, no volveré.
Hice la reserva por teléfono a la tarde y nos recibieron muy bien cuando llegamos.  Nos trajeron un pan casero muy rico con unas pastitas también ricas para acompañar.  Y nos acercaron la carta de vinos para que vayamos eligiendo.

Pedimos un malbec, uno de los tantos que enunciaba la extensa carta, pero cuando se acercaron a tomar el pedido, oh sorpresa, justo ese ya no había.  Ya con la carta cerrada nos ofrecen otras opciones que no nos convencían, pedí otro, de otra cepa, un Caberent Franc, que tampoco tenían, así que finalmente, ellos decidieron por nosotros, un Cabernet Franc de Lamadrid. Muy rico, sin ver la carta, y sin saber si estaba a la altura (relación precio calidad)  de lo primero que habíamos elegido. Y esto ya es incómodo, porque alguien sensato seguramente te  ofrece algo parecido, pero alguien que quiere hacerse la noche con una venta, te liquida. 

Raro también, porque hasta este momento todavía no sabíamos qué íbamos a comer.  Confusa secuencia de los acontecimientos.

Con el vino abierto, aireándose en la mesa, un camarero muy atento nos cuenta que por esos días tienen un menú regional que representa a todo el país, una costilla ancha braseada de la  región pampeana (que viene  a ser esta en la que habitamos aclara, jaja me sonó a geografía de quinto grado) un cordero del sur, una pasta horneada con carne de llama del norte y un pescadito (Surubí) del litoral.  Todo muy lindo pero me encantaría leerlo con mis propios ojos y de paso ver, si no es mucha molestia, cuánto vale.

Pero todo es fantasma, como el vino, la comida. Elegimos el Norte y el Sur.  Y mientras espérabamos nos cuentan que como entrada, también por estos días y conforme al menú regional; hay tapas españolas.  Jajajajja, acá, sí carcajada, porque en la misma clase de geografía, meses antes o meses después, aprendí que España quedaba en otra región, casi que en otro continente, océano de por medio, el Atlántico para quien no pasó quinto, pero bueno, no me voy a poner en maestra ciruela tampoco, no es mi estilo, no? Y la opción en este menú, repito, de estos días, es pararte a buscar la entrada, ¿pero sabés qué? busco todos los días la entrada en casa, abro la heladera, la alacena o voy al mercadito de la esquina,  así que, una vez que salgo, mejor tráemela vos! De onda te lo digo, además me puse unos tacos de casi quince centímetros y me estaría costando desplazarme.

(Mención aparte, las tapas eran sólo bruschettas, que está claro que las bruschettas forman parte de la familia, pero son casi como tíos lejanos) Tema para otro post.

Comimos las tostaditas con jamón (un jamón excelente por cierto) y después de una larga espera trajeron los platos que estaban muy buenos, la pasta, la carne y el acompañamiento muy bien logrados, pero no saber cuánto vas a pagar por el combo, genera un clima tenso.

Terminados los platos, también sin opción a elegir, traen los postres, y acá, no es que por dedicarme a la pastelería haga esta crítica, pero si no tenían muchas ganas de pensar, es mejor que te lo digan y te inviten a tomar un heladito a la heladería del frente!!!! Dos mini, pero muuuuy mini vasitos. Uno con un helado de dulce de leche (de la región argentina, pero claaaaaro) y el otro de crema batida con UN, solo UN arándano (que a esta altura ya no sabemos, ni nadie tiene muchas ganas de contar de qué región viene tamaña inspiración)  pero así las cosas, eso sería a mi entender, apenas un pre postre.  Pero no, esto es todo amigos.  Acá termina el paseo sensorial por las regiones.  Ya lo dije antes, siempre tengo un chocolate en casa para estos casos.  Sólo nos queda el broche de oro, que por mi condición de fémina, cuando tengo cita, quedo automáticamente exenta de mirar (lección aprendida en familia tipo machista de los años 80 / 90) aunque por cara de asombro y percepción (no femenina, sino simplemente humana) no me quedó lugar a dudas, la cuenta fue gestada en las islas británicas y efectuada en las islas Caimán!!! (Nota explicativa: cara y sin factura)

Resúmen de la velada: Prefiero tener toda la información desde el comienzo y tener libertad de elección.


Av. Rafael Nuñez, Cerro de las Rosas. Córdoba. 21 de septiembre de 2014

martes, 29 de julio de 2014

Novena Entrega: El Chiringuito

Aunque no parezca, y me divierta más (mucho más) escribir cuando las cosas no salen como espero, hay muchos lugares en Córdoba que me encantan y a los que, cuando me canso de probar restaurantes distintos, indefectiblemente vuelvo.  Para comer bien, para sentirme a gusto, y tal vez, porqué no, para  tomar envión e ir a conocer algún otro nuevo en otro  momento.

También salgo muchas veces a lugares que no están ni bien ni mal (al menos para mí) pero que justamente por eso, no se me ocurre qué escribir. Y ni hablar de las veces en que voy a comer a casa de amigos, colegas, parientes, porque cuando alguien me abre las puertas de su cocina me da tanto placer que si la comida estuvo diez puntos o dos, me da igual.  Y a fuerza de ser honesta el sólo hecho de compartir una mesa compensa cualquier falla que haya ocurrido en las hornallas y siempre la paso bien.

Dicho esto, hay tres restaurantes a los que voy cuando quiero comer pescados o mariscos.  Vivo en una ciudad mediterránea y por lo tanto no es tema fácil, pero hay.

Descubrí el Chiringuito hará un año, o un poco más.  Me atrajo el nombre, que sin dudas me traslada a España (aunque sea en sueños durante esta interminable década ganada que no me deja cruzar el Atlántico.)  Llegué recomendada por otra Navas.  Es común entre nosotros pasarnos este tipo de datos: dónde comprar buen jamón, quién vende nueces buenas, a dónde tomar un rico café, una buena verdulería, recetas… Hay familias que se pasan datos sobre obras de teatro, de hoteles, otros que comparten datos para comprar ropa, o de museos, o de películas para ver.  Nosotros compartimos, entre otras cosas,  datos comestibles de todo tipo. 

El lugar es sencillo y cálido.  Como dice el nombre, ni más ni menos.  Por eso hay que ir dispuesto a la simplicidad.  Un chiringuito es algo como un puesto, generalmente en la playa, donde se venden comidas y bebidas.  Lo más parecido que se me ocurre para comparar es un carro de choris, con o sin mesas.

Te recibe el dueño, que está siempre atrás de la barra, atento a todo lo que pasa en salón y en la cocina.  Y eso ya es un punto a favor. Atendido por sus propios dueños es un slogan que me encanta.

Cada vez que voy pido lo mismo y no me canso.  Chipirones fritos y papas fritas.  De postre mousse de chocolate.  Para evitar problemas con la persona que vaya aclaro desde un principio que puedo compartir el pan, el agua, las papas o el postre, (pero me tocás un chipirón y te corto los deditos de a uno.)  He probado otras cosas como la merluza y las rabas que vienen con cornalitos en una tabla que se llama Malagueña, están muy bien, pero me quedo con los chipirones, chiquitos y crocantes, deliciosos con unas gotas de limón. También he visto pasar paellas y pescados al horno, pero cuando encuentro algo que me gusta, me da miedo arriesgarme así que me quedo con lo conocido que ya sé que me encanta.

Sale a la minuta.  Hay que reservar mesa porque suele llenarse, pero una vez que te sentás  el servicio vuela.  Para terminar digo que la relación precio calidad es excelente.  Comés bien en un lugar modesto y eso es lo que pagás. 
                                                              
                                                              Villa Belgrano, Córdoba, 29 de Julio de 2014 


martes, 22 de julio de 2014

Octava Entrega: El Fantástico

Nuevamente salgo sin reserva ¿es que no aprendo más? Lucíta querida, si salís un sábado por la noche, no tientes al destino, levantá el telefonito y reservá tu lugar. Eso de salir sin rumbo es como un viaje directo  a la frustración, sin escalas.

Quedaba para elegir lugar en la barra o mesa alta.  Mesa alta.  Las banquetas no tienen respaldo ni donde apoyar los pies.  Bueno, tienen, pero yo no llego, (eso que por mi estatura soy parte de la media alta), con lo cual, pies colgando y espalda encorvada.  Que para un trago rápido no pasa nada, pero si vas dispuesto a quedarte un buen rato, andá sacando turno con el kinesiólogo amigo porque quedás para una sesión de masajes descontracturantes seguro.

Se acerca una camarera, deja la carta y la carta de vinos con la siguiente advertencia: Chicos, si van a pedir vino, seguro que quieren Malbec, ¿no? Bueno, Malbec casi no nos queda ninguno  porque es el que más se vende. 


Hijita de Dios, querida mía, madre de mi corazón, si es el que más se vende, no te parece, digo, que es el que más deberían tener??? No!! Ese tiene mucha salida así que tenés poco!!! Mundial!!! Qué buen comienzo!!!!! Igual no sé si quería Malbec, pero ahora sí, más vale, ahora quiero Malbec. Ni Cabernet ni Sauvignon: Malbec.

Así soy.

Pedimos unas croquetas de jamón serrano de entrada (el jamón debe estar todavía en la fiambrería porque adentro de la croqueta más que queso yo no encontré) y de principal decía algo así como: Pasta con hongos en salsa de azafrán.  Le pregunté qué pasta era y me dijo: son ravioles rellenos con champignones negros ¿champignones negros? Será que los tienen fuera de la heladera hace varios días, porque sino, suelen ser bien blanquitos, pero bueno, ponele… Pedí la pasta.

Se acerca otra moza y pregunta: ¿Chicos, por acá? ¿Ya tomaron el pedido? Si, gracias.  A los dos minutos viene otra: ¿Chicos, por acá? ¿Ya tomaron el pedido? Si, gracias.  A los 3 minutos: ¿Chicos, por ac… Si nena!!!!!!!!!! ¡Ya nos tomaron el pedido! ¡Fijate si dialogás con tus compañeras! ¡Se organizan un poquito! ¡Una atiende de la mesa uno a la cuatro, otra de la cinco a la diez y otra de la once a la quince!

Sobre las croquetas ya dije suficiente así que ahora voy por los ravioles.  Eran fritos.  Boing. No es que no me gusten, pero ya había comido una fritura antes y me hubiese gustado saber que no iban a ser hervidos como es la forma habitual de cocinar la pasta.
 
De todas las mozas que merodeaban cuando llegamos ya no quedaba ninguna, así que otra vez me quedé sin postre.  Igual, adelantándome a este acontecimiento, leí qué había cuando elegí los platos anteriores y no había nada que llamara mi atención. Había flan, crema catalana y algo de chocolate. Le faltó poner creme brulee, natilla y me daba cuatro formas distintas de cocinar huevos, leche y azúcar.

El DJ ponía la música cada vez más fuerte.  No sé bien a dónde quería llegar, pero yo ya estaba a los gritos pelados tratando de charlar algo con la persona que tenía a 40cm de distancia.  Tal vez esperaba que la gente se pare y empiece a bailar, o a lo mejor subía el volumen cada vez más porque se tenía que ir a poner música a una fiesta y quería que nos vayamos todos.


Pasó un buen rato hasta que alguien se dignó a llevarse los platos y aprovechamos para pedir un trago.  Yo pedí algo dulce porque necesitaba sacarme el gusto de la fritanga y mi amigo pidió un whisky.  Trajo la medida y un vaso trago largo.  Le pedimos si podía traer un vaso de whisky y nos dijo que no les quedaban, que estaban todos usados.  Yo no soy tomadora de whisky, pero sé que no es lo mismo.  Esto pasa con varias bebidas: el café no sabe igual si lo tomás en taza o en vaso de plástico, una limonada bien fría en tacita de café tampoco, un mate cocido en copa de cristal o tomar un vino con pajita… No es lo mismo.  Y hasta acá no me había quejado de nada, ni de los pies colgando, ni de la música altísima, ni del faltante de jamón, ni de los ravioles fritos, ni de la falta de atención.  Así que me lo merecía: le pedimos si tenía otro tipo de vaso.  Volvió con otro (que era de cerveza y me dijo con todo el odio del mundo: ¿Te gusta este? ¿Decime, este sí te gusta? Jaja, si, me encanta ¿para qué te voy a decir otra cosa?  No me vas a entender, y no quisiera imaginar qué sos capaz de hacerle al otro vaso que si yo insistiese en pedir fueses a buscar  a la cocina.  Lo dejamos acá que al final entre cerveza y whisky a esta altura la única diferencia son las burbujitas, no?

Barrio Güemes 05 de Julio de 2014

miércoles, 2 de julio de 2014

Séptima Entrega: Roll-on

Martes 18hs llamada entrante de Maru:

- Hola hermanis ¿tenés ganas de ir a comer Sushi mañana?
-Mmm no sé, muy fin de mes para mis finanzas
-Tengo 30% de descuento con la tarjeta
-Listooooooooooo.  Llamo ya para reservar. Mañana a las 21 te espero. (Las palabras: Oferta, rebaja, sale, descuento y todo lo que se les parezca, ejercen un poder sobre natural en mi tan difícil de explicar como el efecto que logra el aire cuando se baten claras a nieve y aparece el merengue)

Así que llamé y reservé mesa para dos con probabilidad de que fuésemos tres.  No te preguntan hora estimativa de llegada, la regla es siempre la misma: la reserva se mantiene hasta las 21:45. Regla extraña si las hay.  Es decir, no puedo reservar para las 22, ni para las 23, si a las 21:45 no llego pierdo mi lugar.  Sos exigente veo… ok, no hay drama, exigime tranquilo, ya vamos a ver quién exige más.

-Hola buenas noches
-Tenemos una reserva
-(Pregunta a nombre de quién, se fija en la hoja, nos mira) Ah sí, pero es para dos tu reserva
-Sí, y le dije que podíamos ser tres (Sole se anotó  a último momento y no me pareció necesario volver a llamar)
-(Con cara de de duda y de pocos amigos)  Mmm, bueno, está hecha para dos pero no habría problema.

¿No habría problema? ¿A vos te parece que no habría problema? Desde luego que no.  Es raro.  Hay lugares en donde te hacen sentir que te están haciendo un favor.  Un favor para venderte, un favor para atenderte… ¿Sería algo así como el mundo del revés?  La lógica dice que para vos, tres debería ser mejor que dos, y además, como digo, te avisé.
Nos trae la carta y elegimos.  (Previa prendida del teléfono para alumbrar porque literalmente no veo nada.) Pedimos una entrada para compartir y un combo de 45 piezas.  Si nos quedamos cortas, después pedimos más. Agua con gas, sin gas y un vino medio pelo porque por más descuento que haya no nos olvidamos de nuestra situación de fin de mes.
Trae la bebida, nos sirve y la deja en la mesa de apoyo. Pido entrada porque no quiero impacientarme mientras llega el principal  y de paso no tomarme todo en la espera pero el reloj empieza a correr, y a correr y a correr… ni miras de la entrada.  Las copas vacías. Y los mozos charlan.  Se los ve muy entretenidos así que para que los voy a molestar, me sirvo yo, sólo que hubieses dejado las botellas en la mesa y me era más cómodo, no hay drama, no te voy a interrumpir, faltaba más. 
Trae la entrada, pero el reloj no se detiene (es para entretenernos mientras esperamos los dichosos rolls, acordate)  Yo te dije que te iba exigir (hacete cargo, vos empezaste).  Voy al toilette y se cae de la mugre.  No está a la altura de tus exigencias, mucho menos de las mías.  Y sigo esperando.

Tic. Tac. Tic. Tac.  Mis tics no se detienen.

Cuando por fin llega el sushi (desde que pusimos un pie adentro hasta este momento, sin exagerar, pasó una hora cuarenta.)  Solito el mozo nos dice que habían ido hasta Japón a buscarlo, claro le digo, primero se fueron a Chile a pescar el salmón en una balsa y después nadando hasta Japón para hacer el arroz y a la vuelta los agarró un piquete. Jajaja, qué graciosa, uy sí, no sabés cómo me estoy riendo. 

Se ve que no le hizo gracia mi chiste porque no apareció más.  Terminamos de comer y no volvía, las copas siempre vacías (ah, cierto que me tenía que servir yo).  Pasó otra moza cerca y le preguntamos si podía retirar los platos y de paso traer la carta de postres.  La cara que puso me hizo acordar a la cara que pongo yo cuando estoy llegando con los minutos contados al centro y escucho en la radio “corte en Puente Centenario por reclamos  de Pepito, Cólon y General Paz cortado por reclamos de Menganito y corte de media calzada en Alvear entre Humberto 1 y Rioja por arreglos.”  En fin, total que se fue sin contestar.
El tipo como si nada: ¿y chicas? ¿Todo bien? Si divino!!!  Mejor imposible!!! ¿Quieren ver la carta de postres? Ay dale!! Sería genial!! Me pongo irónica porque la segunda alternativa es matarlo, y seré grande para muchas cosas, pero para ir a la cárcel, soy demasiado joven, y pasarme la noche en la comisaría dando explicaciones que probablemente el señor policía no comprenda, no sé si es una buena opción.  Así que sonrisa Colgate, mientras pasa otra media hora y llega el postre. Sin entrar en detalles se repite el jueguito de las mentiras, ese juego en el que no coincide lo que escriben en la carta con lo que cocinan. Le pedimos la cuenta.  Para eso sí son rápidos, la cajera tiene más ganas de irse a dormir que nosotras. Ya no queda nada para tomar, no tengo cómo bajar el postre, pero estuve toda la noche levantando la mano para hacerte seña,  ya no tengo más ganas, estoy acalambrada, además, capaz que te pido el agua y te vas a juntar una botellita al Aconcagua para que esté fresquita y la verdad es que el sodero pasó por casa esta mañana y tengo los seis sifones llenos.
Con la cuenta nos trae la fichita para dejar nuestra opinión.  ¡Ahora sí que se puso divertido!

                                                              Cerro de las Rosas.  Córdoba.  25 de junio de 2014


martes, 24 de junio de 2014

Sexta Entrega: Observá Celina

Anthony Bourdain en uno de sus libros dice que si llegás al Restaurante y ves al dueño o al encargado sentado tomando una cerveza con sus amigos estás en problemas, y yo no puedo estar más de acuerdo con él en esa afirmación.  Llegar al restaurante y ver a la encargada comiendo como un cliente más, con su botella de vino y su plato bien presentado disfrutando del almuerzo, desde el vamos, vamos mal.   Comés antes, o comés después.  Pero es como el instructor del gimnasio: mientras vos hacés los ejercicios te mira, te ayuda, te supervisa, y cuando vos te vas entrena él.  El profe de la facultad da la clase y cuando los alumnos se van estudia él.  El chofer te lleva a vos y después va a dónde él quiere ir ¿Pero todo al mismo tiempo? Altas probabilidades de error.

El lugar es un paraíso.  La vista es fenomenal.  El restaurante es cálido y agradable.  Pero eso no te da derecho a mentirme.

Por favor no me mientas.  Me miente el gobierno con el indec.  Me mienten en el súper cuando publican un precio y en la caja es otro (perdón! Estaba mal puesto!).  Me mienten en el gimnasio cuando me dicen que con dos veces por semana de entrenamiento llego nueva al verano. Mienten los hombres cuando enumeran las mujeres conquistadas, y mienten los que aseguran que no  conquistaron ni a una.  Las mentiras de los vendedores de autos usados son épicas y constituyen parte de la historia grande de la mentira universal. Me mienten cuando dicen que Guapas empieza a las 22, voy corriendo y a las 22, 22:15, 22:30 están todavía los amigotes.

Ahora vos en la carta ponés: Bruschetas serranas (mousse de pimientos asados y brotes de alfalfa, jamón de ciervo ahumado, higos secos y queso). Yo te pido eso mismo y me vos traés…  ay lo que me traés!!!!   Cualquier cosa menos una mouse de pimientos, ningún brote, ningún higo… Y no estoy diciendo que no haya sido rico, porque de hecho estaba rico, pero no me mientas! Una mousse es una mousse acá y en Francia.  ¿Se te acabaron los brotes? Avisame!! Pero no me mientas.  O a lo mejor pensaste que si me ponías queso rallado en lugar de los brotes no me iba a dar cuenta!! Sabés qué?? Siiiii distingo el queso de la alfalfa. Prefiero que en la carta sólo pongas una  descripción corta, y eso es lo que voy a esperar.  Podés poner: Bruschetas al capricho del chef por ejemplo. Pero si adornás tanto el nombre y lo maquillás como salida de sábado a la noche, el camino a la desilusión es directo.

La carta enuncia: Tabla de riñoncitos y mollejas sobre verduras salteadas. Y ahí va!!! No te basta mentirme una vez, me mentís de nuevo!!! Verduras salteadas no son verduras crudas, salteadas, son salteadas!!!! Me hacés enojar, porque no quiero que me mientas!!! Quiero mis verduras como vos me dijiste que me las ibas a dar y no quiero que me pongas en la situación de reclamar porque no salí a que me mientas, yo te reclame, vos te disculpes y me expliques.  Tal vez de nuevo pensaste que no me iba a dar cuenta, pero si!!! Conozco la diferencia entre algo crudo y algo cocido. 

Para no sentirme defraudada cuando pedí el principal directamente le dije traeme el salmón sin fijarme con qué venía, ni cómo lo iban a cocinar si de cualquier forma me iba mandar lo que quisiera y como quisiera el cocinero según el humor, las ganas del momento y lo que hubiese conseguido en el mercado ese día.  Y la verdad, es que si me dan a elegir prefiero jugar a la sorpresita y no a la mentirita.


Salsipuedes, Córdoba 15 de junio de 2014

lunes, 23 de junio de 2014

Quinta entrega: La cueva del Dragón

Salí sin reserva previa así que no debería criticar la mesa que me tocó, pero, como bien puse debería, la voy a criticar igual: las luces bajas pueden ser un buen recurso si están bien usadas, pero cuando no ves (literalmente) nada de lo que te van dejando sobre la mesa, estamos en problemas.  Una sombra generada por una viga que está justo abajo del foquito, creo que es un punto importante que el arquitecto podría haber tenido en cuenta y así evitaba que la persona que se siente ahí tenga que ir deduciendo cada cosa que va probando cual juego de la niñez en el que te vendaban los ojos y ganabas si acertabas a adivinar qué era lo que comías.  Y ya que empecé hablando del arquitecto voy a decir también que no estaría mal que revise el tema de la acústica.  Tener sentada a una persona a menos de un metro de distancia y estar cada tres palabras preguntando: ¿qué? ¿qué? Porque no escuchás nada de lo que dice es irritante!! (Y eso que no me irrito fácil, bueno, no tanto, bueno, a veces, bueno sí, y qué??????????????)

Entonces de nuevo, no pretendo que llames a un arquitecto súper experimentado en el tema si querés abrir un restaurante (aunque no estaría mal, de paso  conozco uno que la rompe y si mencionás esta nota te consigo beneficios exclusivos) pero por lo menos llamá a uno que cuando veían iluminación y ruidos no le haya copiado el examen al que tenía sentado al lado!!

Nos deja la carta. Leo.  Cierro.  Vuelvo a leer.  ¿Me puedo ir?

Y no,  ya está.  Ya me senté, estoy en mi mesa, con la sombra arriba de lo que supongo debe ser la panera.  Pido entrada, pido principal.  No me preguntes el punto de la carne, total seguro que el cocinero adivina cómo me gusta y acierta!! La suerte está echada. 
Carta de vinos.  Son innovadores y ponen sólo bodegas boutique.  Ninguna conocida.  Buenísimo, apoyo a los pequeños productores, pero pará, capacitá a tus mozos y que me tiren una pista!!!   Pará!! Porfa!!! No te vayas!!!  Ayudame!!! No, ninguna pista, nadie sabe nada.  Elige tu propia aventura y que Dios te ayude.

Yo entiendo que ser camarero, para la mayoría, es un trabajo de paso, un currito para después hacer otra cosa. ¿Pero eso te justifica? ¡Ponele un poquito de onda!

Sobre la entrada no voy a decir nada porque no quisiera ser hiriente.  Y sobre el principal voy a decir que tal vez juzgué mal al arquitecto, y que todo fue minuciosamente pensado para que nunca te enteres si el cocinero le pegaba al punto de la carne, al menos visualmente.  Y si la torre de no sé qué, que pretende ser el acompañamiento, se te desmorona de sólo mirarla tampoco te enteres.

Nos queda el final. Si algún día se llevan los platos, si algún día me traés la carta de postres, si alguien se acuerda que estoy debajo de la viga con la sombra de compañía.  ¿Hola? ¿Hola?


 No quiero ser ansiosa, pero terminé de comer hace hora y quince, mañana me levanto temprano. Posta, vos me traés la carta, yo elijo algo rápido, me como un dulce y terminamos con el tema. De verdad te digo.  Porfa mirame. Porfa mirame. Mirameeeeeeeee.  Ok, ganás vos.  No me mires, nos levantamos y pagamos en la barra.  Me como un chocolate cuando llego a casa ¿total sabés qué?  Tengo un montón!!!!


Barrio Guemes.  Córdoba.  17 de mayo de 2014

Cuarta Entrega: Agarrar... Atrapar...

Salgamos a comer a algún lugar  lindo, con onda, rico… Pensé, busqué, volví a pensar, volví a buscar, busqué otra vez hasta que finalmente eliminé alguno de los requisitos porque no se me ocurría ninguno que reuniera los tres (fuera de los restaurantes a los que suelo ir).  Mi amiga (con la que salía) me pasa un dato.  No lo conocía.  Busco en internet, me fijo los comentarios (con los que no suelo estar de acuerdo), consigo un teléfono y llamo.  Me atiende una chica.  Le pregunto si abrían esa noche y me dice sí, obvio.  Bueno, para mí no es tan obvio porque de la semana no abren todos los días, pero te la dejo pasar.  Ok. Te reservo una mesa para dos.  Dale, ¿para cenar? No, para hacerme el brushing, si nena, para comer, normalmente cuando pido reserva en un restaurante es para comer.
Llegamos a las 21 y la recepcionista (que por el look seguramente era la misma de obvio) estaba sentada en la barra con su teléfono (probablemente  chequeando las reservas aunque me inclino más por un chequeo de facebook, o intentando pasar un nivel de candy crush.
En fin, se acerca la mesera, tan mona, amable y atenta como inútil y poco capacitada para el puesto.  No te pido un guante blanco estilo Alvear, pero esta camarera ni la mesa en su casa debió haber puesto en su vida.  Nos deja la carta. Le doy una mirada y ya en este punto ameritaba llorar, pero me contuve.  Vuelve para tomar el pedido y le pregunto algunas dudas sobre los platos (no es que el chef se había quemado el coco armando la carta, pero por ahí había usado nombres tan raros que más bien parecían un gran acertijo y no una descripción de lo que ofrecían.  Total que no tenía la menor idea de lo que le estaba preguntando, capaz que si le preguntaba qué había hecho durante el día tenía más tema de conversación, pero claro, a mi poco me importaba eso.  Así que tampoco la compliqué tanto y pedí lo que me parecía que podía andar medianamente bien. 
Después le pregunté si tenían vino por copa, me miró como si le hubiese pedido sopa de elefante.  ¿Copa? Si claro, no lo servimos en vaso, te traigo las copas para tomar el vino si querés.  ¿Qué vino te gustaría? No, te pregunto si te puedo pedir una copa… ah… mmm, no sé… pregunto… Vuelve, no, por copa no, solo la botella entera.  Ok, no importa, traeme un agua no más.  Vuelve al rato y me dice, si querés hay tragos que vienen en vaso del tamaño de una copa.  Claaaaaaro, ahí está, podría ser un yogur de frutilla también, si total, para el caso, es rosa, es líquido y se bebe, no? Más o menos parecido.  1, 2, 3, 4, 5, 6, 7 mil, 8 mil, respiro profundo, inhalo, exhalo.

Para qué contar el resto si con un comienzo así el desarrollo y el final no tienen muchas opciones, no? Jajajaja.  ¿Que cómo estuvo la comida? Ah, si, hermosa charla con mi amiga y aunque más no sea, divertido tema de conversación en el trabajo hoy. 

Cerro de las Rosas. Córdoba. 11 de Abril de 2014

viernes, 20 de junio de 2014

Tercera entrega: Freud & Fahler

Omnia mea mecum porto – Todo lo llevo conmigo.  Lucio Anneo Séneca, filósofo español, consejero de Nerón 1-65 d.C.

Después de muchos meses sin visitar la Capital Federal, un viaje pensado en despejar la mente me trajo hasta acá.  Las opciones y alternativas para salir a comer eran muchas y variadas.  Elegí la recomendación de Roal Zuzulich.  Freud & Fahler.

Llegué en un taxi hasta Cabrera y Godoy Cruz llena de expectativas y con la premisa de un permitido en esta nueva etapa de mi vida: una copa de vino.  Pedí la carta y ya me dijeron: cordobesa.  Por qué seeera?  Recorrí la carta de principio a fin y me dejé llevar por la sugerencia de la camarera, que después escuché que era vegetariana así que supongo que fue de memoria que me encaminó hacia los bichos y la carne.  

Cuando le llegó el turno a la carta de vinos, como de costumbre, no conocía ninguna de las etiquetas que me ofrecían así es que seguí el consejo de mi queridísima segunda mamá Virginia Navas: Ante la duda siempre el más caro. Un rosado de la familia Gascon.
Llegaron unos langostinos apanados, jengibre, perlas de tomate y crema de paltas, inmejorables, realmente muy bien logrados.  

Mientras esperaba el segundo plato y tomaba mi permitido, degusté el pan casero integral con nueces y pasas de uva exquisito que me habían traído.  
Poca gente en el Restaurante.  Ventanal grande.  Llovizna tenue.  Humedad galopante.

Luego llegó el cordero en dos cocciones: braseado y grillado, acompañando de una deliciosa crema de brócolis, puré de papas y sal de olivas negras.  El permitido era uno, pero la ocasión ameritaba y para acompañar este plato pedí una copa de tinto, malbec por pura costumbre.  La composición del plato me fascinó. Ingredientes simples, bien pensados, armoniosos entre sí y en la temperatura justa.  Me encantó.

Se acercó Pol Lykan (chef proprietaire del lugar) y me invitó a ver el emplatado del postre cuando llegara el momento.   No elegí postre.  Ya lo habían elegido.  Un breve recreo y me guiaron al back stage.  Saludé a los cocineros y apareció el nitrógeno.  Increíble.  Pol hizo una espuma de coco, la mezcló con el nitrógeno y abra cadabra.  Me dio para que pruebe.  Dos segundos después me dijo: no lo toques con los labios ni con la lengua porque quema, mordelo directamente.  Tarde.  Igual mágico.
Volví a la mesa y me trajeron el sorbet de maracuyá, cubos de mango, gel de lima y las novedosas escarchas de coco.  Imperdible para coronar una comida suculenta.    
Dije que no al café y con la cuenta me trajeron un glorioso tercer permitido: un tinto dulce, pero ya no puedo contarles de qué bodega era… espero sepan entender y disculpar. Eso sí, supremo, como todo lo demás.
Pan y Agua

09 de octubre de 2011.  Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Palermo.

Segunda entrega: Alta Gracia Golf Club

“Caminante: come, bebe y nada más te importe” Asurbanipal Sardanápalo (668 – 627 a. C.) rey de Asiria

Qué bueno recordar que no hace falta cruzar un océano, ni salir del país… El camino es corto si el punto de partida es la ciudad de Córdoba. El destino de hoy, instalado ya en mi memoria, fue el Golf de Alta Gracia.

Amigos y amigas, hoy viví algo que me excede de tal manera, que necesito nuevamente sentarme a escribir y compartirlo, no hacerlo sería absolutamente mezquino de mi parte.

El paisaje de las sierras cordobesas es en otoño pocas veces valorado como corresponde.

Llegar a Alta Gracia y que nos reciban las aguas calmas del Tajamar amparado por la Estancia Jesuítica fue un preludio de lo que nos esperaba.
Nuestra entrada al Golf fue pasadas las 14 horas. Esta vez, me preparé especialmente, tomando un desayuno casi casi light para disfrutar el esplendor de lo que me esperaba.

No hizo falta mirar ni el menú ni la carta de vinos, sino simplemente sentarnos y dejar que el maestro mande. La compañía inmejorable de mis hermanas y la calidez de todos los que trabajan en el Restaurante fueron piezas clave de este almuerzo.
Cuántas delicias comimos hoy! Estoy conmovida por el respeto al producto fresco y local. La entrega a los sabores. Las técnicas de vanguardia aplicadas a la cocina simple. La combinación perfecta de alimentos. La presentación de todos y cada uno de los platos. La vajilla de un gusto exquisito, y el trabajo a pulmón de toda una familia, que se ve en cada detalle.
Nuestro primer plato fue un atún blanco ahumado, perfumado con aceite uvas, brotes y pequeñas hojas verdes. Esta introducción fue un claro indicio de lo fantástico e inmejorable que sería todo el despliegue. A cada plato le sacamos fotos, porque todos lo merecían.
Estábamos en el tercer paso y al final del plato quedaban los restos de una vinagreta que llevaba el delicioso perfume de las trufas. Las tres nos mirábamos y ninguna se animaba… hasta que la mayor de las tres rompió el hielo, y con sonrisa cómplice dijo: esto no se hace, que Raquelita no se entere, pero yo le paso el pan al plato!!!
Intenté medirme en la cantidad que comía, pero ninguno de los platos me lo permitió, quería llegar entera a los postres, y lo logré gracias a las cantidades medidas y a los tiempos cabalmente cronometrados para que esto sea posible.  Pasamos por arvejas frescas, chauchas que se deshacían a cada bocado, pequeños calamares, delicados caldos, setas confitadas acompañadas de crujientes nueces finamente picadas, un salmón blanco noble y un delicado solomillo a la plancha acompañado de batatas en diferentes texturas. Llegamos a las placenteras manzanas en almíbar de torrontés y terminamos con una degustación de chocolates que si hubiera un delivery en este momento, llamaría para que me traigan una docena más.
Dijo Joêl Robuchon “cuando mi madre repartía el pan nos daba amor” y me animo a decir que esta frase le cabe a Roal Zuzulich, artífice de esta cocina, que a mi entender, que no soy ni crítica, ni de paladar refinado, ni nada que se le parezca, que he vivido gratas experiencias gastronómicas en muchos momentos y que sin embargo, no me canso de afirmar: es la mejor cocina del mundo que conozco.
Gracias a mis hermanas María y Sofía por acompañarme en este viaje de placer.

Ciudad de Alta Gracia. Córdoba. Catorce de mayo de 2011

Primera Entrega: Can Fabes (Mi debut en un tres estrellas)

Antes de empezar a escribir quiero decir gracias, mejor dicho, GRACIAS, a mami, papi, Roal Zuzulich y Nanón Sahade, sin ellos esta experiencia que voy a contar no hubiese sido posible.

Esta mañana me desperté después de haber salido anoche con un grupo de amigos a despedir esta ciudad cosmopolita y tan querida por mí, Barcelona.
Después de algunos preparativos, fui caminando hasta Paseo de Gracia y tomé un tren a Sant Celoni. Dormí en el camino y cuando me desperté estaba en un pueblo de gran riqueza y belleza paisajística, en la cuenca del río Tordera, coronado por unas sierras muy verdes por detrás.

Caminé unas cuantas cuadras, apurada porque para variar estaba llegando tarde (una hora y diez minutos) y lo vi. Can Fabes, ya desde fuera me impactó, de piedra y grandes ventanas. Una construcción muy antigua y tremendamente bien cuidada.
Entré con cara de pánico por miedo a haber perdido mi reserva que de hecho, ya había sido anulada, pero puse cara de poio mojado y me dejaron pasar. 3.10 de la tarde.
Me preguntaron si quería una cava de aperitivo a lo que dije sí y me llevaron a recorrer las instalaciones. El salón viejo donde había mesas también para comer, que era la casa dela familia de Santi Santamaría, (26 de julio de 1957 – 16 de febrero de 2011) y luego a la cocina perfectamente diferenciada entre fríos, pescados, carnes, pastelería, panadería y equipos de 4 ó 5 personas en cada sector. Me presentaron al chef. El recorrido siguió por una sala con una mesa para 12 ó 14 personas de un estilo minimalista respetando los mismos materiales de la parte antigua: madera, piedra y acero, que según me explicaron eran los únicos materiales que había 300 años atrás, época de la construcción inicial. Que copiarla hubiese sido un fiasco tras lo cual optaron por este estilo, imposible mejor elección. Finalmente volvimos al salón principal y me acompañaron hasta mi mesa.
Empezó el show. Me trajeron un pancito con olivas negras y después una panera con unos 8 ó 10 tipos de pan para que eligiera, opté por el de cereales. Me lo trajeron con mantequilla y una cazuelita con aceite de oliva de un verde manzana extraordinario.
El sommelier con la seguridad y el orgullo de quienes aman lo que hacen me entregó una libretita escrita a mano con sus sugerencias de vinos para la semana. Los que me conocen, sabrán que yo no solo no distingo varietales sino que si me tapan los ojos seguramente confundo un tinto de un blanco, con lo cual, pregunté si podía tomar vino por copa y lo dejé en manos del entendido en la materia. Qué vinos por Dios!
Ya me habían traído alrededor de cuatro platos (yo ya no daba más) cuando se acercó el chef y me dijo: hasta ahora han sido aperitivitos, comenzaremos con el menú degustación, yo para adentro decía por favor quiero el estómago del gordo Porcel que no me quiero perder nada de esto y ia no doy má!!!! Y revelo que estuve al borde de arrodillarme y besarle las manos!!
Para traer cada plato se movilizaban por lo menos cuatro camareros, a veces cinco, y el maitre que cada tanto también participaba. Uno traía la bandeja y la dejaba sobre una mesa, otro me la traía a la mesa (mientras otro ya me había traído los cubiertos correspondientes) otro lo destapaba y otro me explicaba en qué consistía cada plato, cada ingrediente, de dónde venía y cómo estaba hecho, yo lo único que hacía era decir gracias, gracias, gracias, hasta que en un momento no me aguanté y le dije en mi cordobés básico: Loco, la verdad es que como dicen ustedes: Estoy Flipando!!! No me lo puedo creer, nunca en mi vida comí cosas tan ricas como las que estoy probando hoy!! Y debo confesar, se me cayeron un par de lágrimas.
No sé si el motivo fue este o si fue mi cara de poio, o ser la hija de Alberto, jajaja, pero me agregaron unos platos que no eran del menú de primavera sino que eran del menú homenaje a Santi Santamaría (que era el doble de caro, que no elegí por razones obvias). Un mero a la plancha sensacional estaba apoyado sobre una seta, una morilla fresca, que por lo menos yo, solo la había probado antes seca, un abismo de diferencia. Ah! Y otro plato que me conmovió (que no en realidad) fue un atado de puntas de espárragos finitas como un palillo, sobre cigalas a la plancha también, con una emulsión de manteca.
El último plato fue un pichón, estaba casi crudo, y Nanón me perdone, fue la carne más tierna que probé, luego el chef me explicó cómo los mataban en el criadero para que quedara así, a lo que le dije que no se quitara mérito que seguro que si lo hacía yo, me quedaba duro como una piedra.
Finalmente tuve que decir que no a los quesos, porque sino reventaba y todavía me faltaban los dulces. Me cambiaron la servilleta, el plato de sitio, y por supuesto los cubiertos. El sommelier me trajo un Moscatel de Jerez. Primero un pre postre con frutillas muy chiquitas, sublimes y un sorbet de rúcula presentado en forma de quenelle, la más perfecta que vi; y para terminar el postre un sorbet de naranja sanguínea y una mouse de limón sobre un crumble. Unos petit four sorprendentes y se cerró el telón.
Fue la mejor experiencia no solo gastronómica sino en todos los sentidos que hasta el momento he vivido. Ojalá nunca se me borre. Todavía desbordo de felicidad. De nuevo gracias a mami, papi, Roal, Nanón y al maestro cocinero que ideó semejante menú.
Barcelona. Nueve de abril de 2011.