Anthony
Bourdain en uno de sus libros dice que si llegás al Restaurante y ves al dueño
o al encargado sentado tomando una cerveza con sus amigos estás en problemas, y
yo no puedo estar más de acuerdo con él en esa afirmación. Llegar al restaurante y ver a la encargada
comiendo como un cliente más, con su botella de vino y su plato bien presentado
disfrutando del almuerzo, desde el vamos, vamos mal. Comés antes, o comés después. Pero es como el instructor del gimnasio:
mientras vos hacés los ejercicios te mira, te ayuda, te supervisa, y cuando vos
te vas entrena él. El profe de la
facultad da la clase y cuando los alumnos se van estudia él. El chofer te lleva a vos y después va a dónde
él quiere ir ¿Pero todo al mismo tiempo? Altas probabilidades de error.
El
lugar es un paraíso. La vista es
fenomenal. El restaurante es cálido y
agradable. Pero eso no te da derecho a
mentirme.
Por
favor no me mientas. Me miente el gobierno con el indec.
Me mienten en el súper cuando publican un precio y en la caja es otro
(perdón! Estaba mal puesto!). Me mienten
en el gimnasio cuando me dicen que con dos veces por semana de entrenamiento
llego nueva al verano. Mienten los hombres cuando enumeran las mujeres
conquistadas, y mienten los que aseguran que no conquistaron ni a una. Las mentiras de
los vendedores de autos usados son épicas y constituyen parte de la historia
grande de la mentira universal. Me mienten cuando dicen que
Guapas empieza a las 22, voy corriendo y a las 22, 22:15, 22:30 están todavía
los amigotes.
Ahora
vos en la carta ponés: Bruschetas serranas (mousse de pimientos asados y brotes
de alfalfa, jamón de ciervo ahumado, higos secos y queso). Yo te pido eso mismo
y me vos traés… ay lo que me traés!!!! Cualquier
cosa menos una mouse de pimientos, ningún brote, ningún higo… Y no estoy
diciendo que no haya sido rico, porque de hecho estaba rico, pero no me
mientas! Una mousse es una mousse acá y en Francia. ¿Se te acabaron los brotes? Avisame!! Pero no
me mientas. O a lo mejor pensaste que si
me ponías queso rallado en lugar de los brotes no me iba a dar cuenta!! Sabés
qué?? Siiiii distingo el queso de la alfalfa. Prefiero que en la carta sólo
pongas una descripción corta, y eso es
lo que voy a esperar. Podés poner:
Bruschetas al capricho del chef por ejemplo. Pero si adornás tanto el nombre y
lo maquillás como salida de sábado a la noche, el camino a la desilusión es
directo.
La
carta enuncia: Tabla de riñoncitos y mollejas sobre verduras salteadas. Y ahí
va!!! No te basta mentirme una vez, me mentís de nuevo!!! Verduras salteadas no
son verduras crudas, salteadas, son salteadas!!!! Me hacés enojar, porque no
quiero que me mientas!!! Quiero mis verduras como vos me dijiste que me las
ibas a dar y no quiero que me pongas en la situación de reclamar porque no salí
a que me mientas, yo te reclame, vos te disculpes y me expliques. Tal vez de nuevo pensaste que no me iba a dar
cuenta, pero si!!! Conozco la diferencia entre algo crudo y algo cocido.
Para
no sentirme defraudada cuando pedí el principal directamente le dije traeme el
salmón sin fijarme con qué venía, ni cómo lo iban a cocinar si de cualquier forma
me iba mandar lo que quisiera y como quisiera el cocinero según el humor, las
ganas del momento y lo que hubiese conseguido en el mercado ese día. Y la verdad, es que si me dan a elegir
prefiero jugar a la sorpresita y no a la mentirita.
Salsipuedes, Córdoba 15
de junio de 2014