Omnia mea mecum porto – Todo lo llevo conmigo. Lucio Anneo Séneca, filósofo español, consejero de Nerón 1-65 d.C.
Después de muchos meses sin visitar la Capital Federal, un viaje pensado en despejar la mente me trajo hasta acá. Las opciones y alternativas para salir a comer eran muchas y variadas. Elegí la recomendación de Roal Zuzulich. Freud & Fahler.
Llegué en un taxi hasta Cabrera y Godoy Cruz llena de expectativas y con la premisa de un permitido en esta nueva etapa de mi vida: una copa de vino. Pedí la carta y ya me dijeron: cordobesa. Por qué seeera? Recorrí la carta de principio a fin y me dejé llevar por la sugerencia de la camarera, que después escuché que era vegetariana así que supongo que fue de memoria que me encaminó hacia los bichos y la carne.
Cuando le llegó el turno a la carta de vinos, como de costumbre, no conocía ninguna de las etiquetas que me ofrecían así es que seguí el consejo de mi queridísima segunda mamá Virginia Navas: Ante la duda siempre el más caro. Un rosado de la familia Gascon.
Llegaron unos langostinos apanados, jengibre, perlas de tomate y crema de paltas, inmejorables, realmente muy bien logrados.
Mientras esperaba el segundo plato y tomaba mi permitido, degusté el pan casero integral con nueces y pasas de uva exquisito que me habían traído.
Poca gente en el Restaurante. Ventanal grande. Llovizna tenue. Humedad galopante.
Luego llegó el cordero en dos cocciones: braseado y grillado, acompañando de una deliciosa crema de brócolis, puré de papas y sal de olivas negras. El permitido era uno, pero la ocasión ameritaba y para acompañar este plato pedí una copa de tinto, malbec por pura costumbre. La composición del plato me fascinó. Ingredientes simples, bien pensados, armoniosos entre sí y en la temperatura justa. Me encantó.
Se acercó Pol Lykan (chef proprietaire del lugar) y me invitó a ver el emplatado del postre cuando llegara el momento. No elegí postre. Ya lo habían elegido. Un breve recreo y me guiaron al back stage. Saludé a los cocineros y apareció el nitrógeno. Increíble. Pol hizo una espuma de coco, la mezcló con el nitrógeno y abra cadabra. Me dio para que pruebe. Dos segundos después me dijo: no lo toques con los labios ni con la lengua porque quema, mordelo directamente. Tarde. Igual mágico.
Volví a la mesa y me trajeron el sorbet de maracuyá, cubos de mango, gel de lima y las novedosas escarchas de coco. Imperdible para coronar una comida suculenta.
Dije que no al café y con la cuenta me trajeron un glorioso tercer permitido: un tinto dulce, pero ya no puedo contarles de qué bodega era… espero sepan entender y disculpar. Eso sí, supremo, como todo lo demás.
09 de octubre de 2011. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Palermo.
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