viernes, 20 de junio de 2014

Tercera entrega: Freud & Fahler

Omnia mea mecum porto – Todo lo llevo conmigo.  Lucio Anneo Séneca, filósofo español, consejero de Nerón 1-65 d.C.

Después de muchos meses sin visitar la Capital Federal, un viaje pensado en despejar la mente me trajo hasta acá.  Las opciones y alternativas para salir a comer eran muchas y variadas.  Elegí la recomendación de Roal Zuzulich.  Freud & Fahler.

Llegué en un taxi hasta Cabrera y Godoy Cruz llena de expectativas y con la premisa de un permitido en esta nueva etapa de mi vida: una copa de vino.  Pedí la carta y ya me dijeron: cordobesa.  Por qué seeera?  Recorrí la carta de principio a fin y me dejé llevar por la sugerencia de la camarera, que después escuché que era vegetariana así que supongo que fue de memoria que me encaminó hacia los bichos y la carne.  

Cuando le llegó el turno a la carta de vinos, como de costumbre, no conocía ninguna de las etiquetas que me ofrecían así es que seguí el consejo de mi queridísima segunda mamá Virginia Navas: Ante la duda siempre el más caro. Un rosado de la familia Gascon.
Llegaron unos langostinos apanados, jengibre, perlas de tomate y crema de paltas, inmejorables, realmente muy bien logrados.  

Mientras esperaba el segundo plato y tomaba mi permitido, degusté el pan casero integral con nueces y pasas de uva exquisito que me habían traído.  
Poca gente en el Restaurante.  Ventanal grande.  Llovizna tenue.  Humedad galopante.

Luego llegó el cordero en dos cocciones: braseado y grillado, acompañando de una deliciosa crema de brócolis, puré de papas y sal de olivas negras.  El permitido era uno, pero la ocasión ameritaba y para acompañar este plato pedí una copa de tinto, malbec por pura costumbre.  La composición del plato me fascinó. Ingredientes simples, bien pensados, armoniosos entre sí y en la temperatura justa.  Me encantó.

Se acercó Pol Lykan (chef proprietaire del lugar) y me invitó a ver el emplatado del postre cuando llegara el momento.   No elegí postre.  Ya lo habían elegido.  Un breve recreo y me guiaron al back stage.  Saludé a los cocineros y apareció el nitrógeno.  Increíble.  Pol hizo una espuma de coco, la mezcló con el nitrógeno y abra cadabra.  Me dio para que pruebe.  Dos segundos después me dijo: no lo toques con los labios ni con la lengua porque quema, mordelo directamente.  Tarde.  Igual mágico.
Volví a la mesa y me trajeron el sorbet de maracuyá, cubos de mango, gel de lima y las novedosas escarchas de coco.  Imperdible para coronar una comida suculenta.    
Dije que no al café y con la cuenta me trajeron un glorioso tercer permitido: un tinto dulce, pero ya no puedo contarles de qué bodega era… espero sepan entender y disculpar. Eso sí, supremo, como todo lo demás.
Pan y Agua

09 de octubre de 2011.  Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Palermo.

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